Cuauhtémoc, el nombre

CUAUHTÉMOC, EL NOMBRE, GÉNESIS E HISTORIA. (Primera parte)
Por: José Luis Domínguez
Cada 28 de febrero se conmemora un aniversario luctuoso más del último gran emperador azteca Cuauhtémoc.
Tanto su nacimiento como su deceso siguen siendo fuente de especulaciones entre los cronistas e historiadores. Unos atribuyen su arribo a este mundo en 1495, otros en 1502, aunque la fecha más cercana, según el Códice Mendocino (uno de los documentos más antiguos) sea en 1496, año indígena llamado 4 Técpatl.
Unos mencionan que fue ahorcado por los esbirros de Hernán Cortés en el divino árbol de los mayas llamado Ceiba; otros dicen que, antes de colgarlo de los tobillos en el mismo árbol, fue decapitado.
Independientemente de su origen y de su inmerecido deceso, todos coinciden en señalar a Cuauhtémoc como símbolo de la grandeza, no solamente de la sangre mexicana, sino del hombre universal, ante la adversidad. El conocimiento de la existencia de nuestro héroe indígena ha trascendido ya las fronteras y se han escrito bastantes libros sobre su vida y su huella sobre la historia.
Este heroico emperador realizó la defensa de México Tenochtitlan contra los conquistadores españoles, pero no eran éstos sus únicos enemigos, desde su nacimiento, lo acompañaron las adversidades y los malos presagios:
1.- Nace en el año 4 Técpatl del calendario azteca -1496-, hubo un eclipse solar, pronóstico funesto, según las supersticiones indígenas, ya que durante uno de estos eclipses esperaban el apocalipsis del quinto sol, que acabaría con la tierra, sucumbiendo por terremotos, como antes había acabado por inundaciones en el primer sol; huracanes, en el segundo; lluvias en el tercero; y, fuego en el cuarto.
2.- Su padre, Ahuizótl, había muerto por enfermedad a causa de un fuerte golpe en la cabeza, en 1502, del que quedó convaleciente y nunca se recuperó.
3.- Su pueblo tenía muy presente otro augurio: en el año I Tochtli (1298) hubo una sequía que causó una de las más espantosas hambrunas en la meseta mexicana.
4.- La leyenda de Quetzalcóatl, serpiente engarzada en plumas de quetzal.
5.- La alianza de los tlaxcaltecas con los españoles, factor decisivo también que daría, finalmente, la victoria a los españoles.
6.- La cobardía y actitud pusilánime del emperador Moctezuma II, quien no pudo ni supo frenar a tiempo el avance de Cortés y de sus tropas, creyendo que en realidad eran “teules”, o sea, dioses.
7.- La confusión reinante entre los mismos aztecas sobre si aquellos seres eran o no dioses.
8.- La trágica y súbita muerte de Cuitláhuac, debido al huetzáhuatl (viruela negra).
9.- Debido a la presión que ejercían los invasores en las cercanías de Tenochtitlan, se efectuó el prematuro nombramiento de Cuauhtémoc como “Undécimo señor de México” en el funesto periodo de los días llamados “Nemoteni”. El calendario azteca constaba de 18 meses lunares de 20 días cada uno y quedaban solamente cinco días que eran considerados como de mal agüero y en los cuales no se hacía nada en todo el imperio.
10.- 86 caballos, 118 ballesteros, 700 peones de espada, 3 cañones grandes, 15 tiros pequeños de cañón, 10 quintales de pólvora, algunos veleros y 50 mil hombres sitiaron la ciudad de México-Tenochtitlan por más de tres meses para que pudiera doblarse, finalmente, el caudillo y sus súbditos aztecas.
LA LEYENDA DE QUETZALCOATL.
El nombre real de este personaje, de acuerdo a su día de nacimiento fue el de Ce Ácatl o Uno Caña, (947 d. C) pero también solía conocerse como Topiltzin y Tlamacazqui, que traducidos del náhuatl significan El Príncipe y El Sacerdote.
Un hombre blanco y barbado que enseñó a los toltecas el primor de los oficios, el arte de los metales, la cerámica, el rico engarce de las piedras, así como la factura de los mosaicos de las plumas preciosas. Sólo oraba con ayunos y mortificaciones a los dioses, sin consentir en modo alguno, los “sacrificios humanos”, porque amaba mucho a sus vasallos. Las únicas ofrendas válidas consistían en culebras, mariposas y aves, a las cuales sacrificaba.
Esta actitud fue la que provocó el odio de los sangrientos dioses, quienes procuraron escarmentarlo y tentarlo hasta hacerlo sucumbir.
Primero lo aterrorizaron dejándolo ver la decrepitud de su propio rostro en un espejo; luego atacando su vanidad, engalanándolo con adornos de plumas, máscaras de serpiente en mosaico de piedras preciosas, haciéndolo abandonar su enclaustramiento; y, por último, fue embriagado por el dios Tezcatlipoca, perdiendo así su dignidad, su castidad en el incesto y su reputación, su vida de ayuno y de sobriedad.
Avergonzado, Quetzalcóatl huyó abandonando Tula y en un lugar identificado como Tilán Tlapallan Tlatlayam, es decir, “lugar rojo y negro y en combustión”, según afirman algunos, Tabasco, se suicidó, arrojándose a una hoguera, jurando que regresaría y que su espíritu victorioso terminaría con los señores indígenas.
El imperio azteca, al extender sus dominios, al mando de Moctezuma Ilhuicamina (1440-1469), hasta más allá de Tula, recogió esta leyenda que pasó a ser parte fundamental de la tradición náhuatl.
Por eso cuando Cortés desembarcó en Veracruz, el año de 1519, es decir, el año Ce Ácatl, o sea, Uno Caña del calendario indígena, los nativos no pusieron en tela de juicio que se trataba de Quetzalcóatl quien regresaba para vengarse.

EL SIGNIFICADO DEL NOMBRE DE CUAUHTÉMOC.
La mayoría de las personas a las que se les pregunta por el significado del nombre de Cuauhtémoc, hará caso, al responder, a las enseñanzas que ha tenido en la educación primaria y en la secundaria, que Cuauhtémoc significa “Águila que cae”. Uno puede verlo inscrito y con mayúsculas en una frase biográfica en la placa que yace casi a los pies del recio monumento de bronce erigido en su honor en la glorieta que lleva su mismo nombre:

CUAUHTÉMOC 1502-1525 ÁGUILA QUE CAE. ÚLTIMO EMPERADOR AZTECA. CON HEROICA VALENTÍA HIZO LA DEFENSA DE TENOCHTITLAN, MÁS QUE SU PRESENCIA HISTÓRICA, VALE LA NOBLEZA DE SU ESPÍRITU.

Cuauhtémoc, en nahuatl significa “Águila que desciende” y proviene de los vocablos quauhtli-águila y temoc-que desciende, que baja, aludiendo así, al sol en el lapso en que declina del cenit al poniente, una clara alegoría al dios sol que desciende hasta los hombres, y no como todos creemos, “Águila que cae”.
Descender o bajar son verbos que implican la voluntad del sujeto en la realización precisa de ese acto. En cambio, caer implica que el sujeto es influenciado por una fuerza ajena a él, que lo obliga, lo hace, en contra de su voluntad, desplomarse. Es, incluso, muy dudoso que la connotación del verbo caer existiera entre los aztecas para marcar un descenso forzoso del más grande símbolo de grandeza que era el vuelo del águila. El verbo caer es de una connotación occidental y por lo tanto no precolombina. Nunca muestra su grandeza en el vuelo el águila con mayor intensidad que cuando desciende, porque ya ha localizado a su presa y va por ella con ese grado de infalibilidad que le caracteriza.
Entre los aztecas, el águila era un animal totémico, una de las dos bases, (la otra era el tigre, jaguar, llamado también ocelote) dentro de la religiosidad y casta guerrera de la cultura azteca. No en balde al lado de los sacerdotes y los poetas -los famosos “yoltéotl” o corazones endiosados- el lugar igualmente preponderante era el de los guerreros. El decir del caballero águila y el caballero tigre, jaguar u ocelote, eran los máximos rangos de honor a los que podían aspirar los guerreros de la civilización azteca, conocidos también como los guerreros del sol o guerreros luminosos. De ambos, se tomó la costumbre de llamar a los grandes guerreros quauhtlocélotl, es decir, “águila-jaguar”, imagen que refleja la ideología del estado teocrático-militarista azteca. Gracias a este estrato ideológico se dio la expansión territorial azteca, pues el premio para los aztecas muertos en la guerra era convertirse en colibríes que se nutrían del néctar de las flores solares, no en balde quedó escrito este poema que los hermana y los hace concurrir a una cita con los ojos de lector de nuestro tiempo:

El campo de batalla es el lugar:
donde se brinda en la guerra el divino licor,
donde se matizan las divinas águilas,
donde rugen de rabia los tigres,
donde llueven las variadas piedras preciosas de los joyeles,
donde ondulan los ricos colgajos de plumas finas,
donde se quiebran y hacen añicos los príncipes.

EL ORIGEN DEL NOMBRE DE CUAUHTÉMOC PARA NUESTRA CIUDAD.
Don Victoriano Díaz Gutiérrez, en su libro “Puerta a la sierra”, nos cuenta haber leído un artículo de Walter Schmiedehaus publicado en el boletín número 38 de la Sociedad de Estudios Históricos de Chihuahua, en el que, según se apunta que, un 17 de noviembre de 1925, al momento de entregar en definitiva la tierra que don Álvaro Obregón concesionara a los menonitas en 1922, un albañil conocido como el “maistro” Chávez se dirige al presidente en turno (Plutarco Elías) Calles para solicitar el cambio de nombre a esta población, argumentando que Cuauhtemoc representaba para los mexicanos al joven abuelo, quien al rendirse ante los conquistadores españoles, dando muestras de entereza y valentía sin límites, exclama la famosa frase, recogida del mismo Códice de Mendocino, que resalta la grandeza del espíritu de quien las pronunció:
-Señor Malinche, ya he hecho lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad y no puedo más, y, pues, vengo por fuerza y preso ante tu presencia y poder, toma ese puñal que tienes en el cinto y mátame luego con él.
Méritos bastantes como para que cualquier ciudad se llenara de orgullo de llevar su nombre.
Obviamente, Felipe Valero Martínez, habiendo conversado con don Victoriano, recoge esta misma versión y la asienta en su libro “Ciudad Cuauhtemoc, su historia”, publicando primero que nuestro estimado cronista, sin darle los créditos correspondientes. En fin, fuese o no cierta la versión, ha quedado asentada ya para la posteridad. Que este repaso por el nombre de Cuauhtemoc, su génesis y su historia le haya a usted, estimado lector, enseñado algo nuevo.

José Luis Domínguez, “Sociedad de Estudios Históricos de Cuauhtemoc, Don Victoriano Díaz A. C”.

Bibligrafía consultada: Enciclopedia de México, Vol. IV, 1989.
“Cuauhtémoc”, de Salvador Toscano.
“Puerta a la sierra”, Victoriano Díaz Gutiérrez.

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